lunes, 26 de abril de 2010


La nube de cenizas volcánicas que aisló a Europa

Negrita

El viejo continente sufrió, la semana anterior, distintas escenas de caos poco frecuentes, a causa de la erupción del volcán Eyjafjalla, en Islandia, que inhabilitó el tráfico aereo por Europa. La imposibilidad de volar provocó desesperación e incertidumbre en los pasajeros, pérdidas millonarias para las empresas aereas y el colapso total de los otros medios de transporte.

Gente durmiendo en los aereopuertos, medios de transporte terrestre y acuáticos colapsados, desconcierto en los pasajeros, son algunas de las consecuencias que las cenizas dejaron. Además, miles de personas debieron ser evacuadas por temor a la lava y se calculan pérdidas de1000 millones de euros para las compañías aereas.



El mencionado volcán Eyjafjalla entró en erupción el miercoles 14 de abril y lanzó una gran cantidad de cenizas a la atmósfera. A partir de esta expulsión, se formó una columna de humo que, manejada por el viento, afectó a gran parte de Europa. La mayororía de los vuelos debieron esperar hasta que la nube volcánica se disperse, para transitar sin inconvenientes el espacio aereo.



Los países cuyo cielo se vio más afectado y tuvieron que cerrar sus aereopuertos fueron: Alemania, Austria, Bélgica, Croacia, República Checa, Irlanda, Estonia, Finlandia, Hungría, Irlanda, Holanda, Noruega, Polonia, Rumanía, Serbia, Eslovenia, Suecia, Suiza, Ucrania y el Reino Unido.




La nube volcánica también afectó la llegada de la comitiva argentina a la Corte Internacional de Justicia, con sede en La Haya. Las cenizas impidieron que tanto la delegación argentina como la uruguaya, pudieran tomar sus respectivos vuelos y tuviesen que buscar transportes alternativos para llegar a tiempo al compromiso.


La situación que desató el volcán es un contraejemplo de lo que pasa constantemente: generalmente, es el hombre quien contamina y la naturaleza quien se perjudica. Pero este hecho, sorpresivamente, ubica a la madre naturaleza (siempre provista de cautela para con el hombre) como emisora de un factor que perjudica al afán comercial, al afán humano.




Efectos de la nube volcánica:



  • - Disminuye en gran porcentaje la visibilidad del piloto
  • - Dañan distintas partes de la estructura del avión
  • - Si las cenizas entran en los motores, pueden llegar a paralizarlos
  • - Las cenizas pueden permanecer allí durante dos o tres años en la atmósfera
  • - Puede influir sobre el clima de la tierra
  • - Al inhalar las partículas de las cenizas, puede provocar problemas respiratorios







Nicolás Capurro; Fernando Rodriguez; Julián Velázquez

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viernes, 23 de abril de 2010

La historia del hombre y del universo


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lunes, 19 de abril de 2010


Empatiza con tu enemigo – La crisis de los misiles


“Estuvimos a esto -dice Robert McNamara dejando que sus dedos índice y pulgar se toquen- de una guerra nuclear”. El comentario del ex Secretario de Defensa estadounidense, cuya cara se aprecia en la pantalla del televisor, es categórico y hace expresa referencia a la crisis de los misiles que Estados Unidos mantuvo con Cuba y la URSS en el marco de la Guerra Fría.

A partir de ese hecho, el funcionario aprendió una lección: Empatiza con tu enemigo. La máxima forma parte de los 11 principios que el director Errol Morris expone en su documental The Fog of War: Eleven Lessons from the Life of Robert S. McNamara, en el que no solo se analizan las polémicas decisiones del economista durante la primera mitad de la Guerra de Vietnam -sus máximos detractores incluso le indilgan haberla provocado-, sino también sus estudios en Berkley y Harvard, su participación en la Segunda Guerra Mundial y su labor como presidente del Banco Mundial.

Al principio del documental, McNamara explica que la empatía significa “colocarse en el lugar del enemigo y comprender sus acciones”. El que fuera Secretario de Defensa durante el mandato de John F. Kennedy tuvo la obligación de ponerse rápidamente en los zapatos del dirigente soviético Nikita Kruschev y del líder militar cubano, Fidel Castro, cuando estalló la crisis de los misiles en octubre de 1962. Adoptó entonces una actitud conciliatoria, pretendiendo evitar un enfrentamiento armado de alcance mundial ya que entendió que los implicados, todas personas “racionales” según su punto de vista, tampoco deseaban un desastre nuclear.

Las relaciones de Estados Unidos con Cuba estaban tensas, más después del derrocamiento de Fulgencio Batista a manos de un grupo guerrillero liderado por Castro, quien declaró la revolución contra el imperialismo yanqui y proclamó el carácter comunista del movimiento, el cual rápidamente entabló relaciones con el bloque soviético. Además, la CIA aún respiraba la derrota que trajo aparejado el intento fallido de invadir la isla en 1961.

Respecto a la crisis de los misiles, todo comenzó el 14 de octubre, cuando la CIA descubrió, mediante fotografías tomadas por un avión espía, que en San Cristóbal (sector occidental de Cuba) se había instalado una base de proyectiles de medio alcance que significaban una amenaza potencial para la costa estadounidense. Inmediatamente conocida la noticia, el presidente convocó una reunión de urgencia. Sería la primera del llamado Comité Ejecutivo del Consejo Nacional, integrado por McNamara, quien luego se entrevistaría con Castro para medir los ánimos. El cubano no dejó lugar a dudas. En caso de una invasión estadounidense a la isla, el país caribeño le declararía la guerra a la potencia capitalista.

El Secretario de Defensa decía en aquellos días: “No hay ninguna diferencia entre morir por un misil enviado desde la Unión Soviética o desde Cuba”. Otras posiciones a adoptar frente al conflicto eran más radicales, como la invasión -postura defendida por Curtis Lemay, ex general de la Fuerza Aérea norteamericana-. La decisión que tomó el primer mandatario fue moderada entre esos dos extremos: impuso el bloqueo a la isla. La Organización de Estados Americanos (OEA) acompañó la iniciativa, al igual que la Organización de Naciones Unidas (ONU). Los buques y los submarinos americanos se encontraban listos para la acción.

El 22 de octubre, Kennedy explicó lo que sucedía por televisión: “He ordenado a las fuerzas armadas que se preparen para cualquier eventualidad”, señaló. A pesar de las medidas adoptadas por Estados Unidos, Kruschev no propicio una nueva escalada en el conflicto -al menos, al principio- enviando barcos con armas nucleares aunque originalmente se negó a desmantelar las plataformas balísticas instaladas en Cuba. Las fuerzas armadas estadounidenses, mientras tanto, se movilizaban. 200.000 mil soldados se concentraron en Florida frente a cualquier eventualidad.

La CIA creía erróneamente que las cabezas nucleares aún no habían llegado a la isla: ya estaban emplazadas allí. Entonces, cuando EEUU sopesaba la posibilidad de realizar un ataque preventivo, se descubrió que un barco ruso llamado Potalva se aproximaba llevando 20 ojivas. Los nervios estaban a flor de piel y parecía que la hora final se aproximaba con cada tic tac.

A pesar de todo, el 28 de octubre la amenaza del armagedón se desvaneció. Al tiempo que el transporte marítimo daba media vuelta y regresaba a la tierra comunista, Kruschev accedió a retirar el armamento luego de que, mediante la correspondencia mantenida con Kennedy, Estados Unidos le prometiera que nunca invadiría Cuba y que trasladaría sus propios misiles de Turquía, ambas aspiraciones del líder soviético. La diplomacia había triunfado tras dos semanas sumamente angustiantes y claves de la historia contemporánea.

Julián Velázquez

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martes, 6 de abril de 2010


¿Adiós a las armas?

El gobierno de Estados Unidos anunció hoy que pretende limitar el uso de armas nucleares y renunciar a la fabricación de nuevo armamento atómico. El plan, impulsado por el presidente demócrata Barack Obama, también reducirá el arsenal norteamericano de ese tipo.

De acuerdo a lo informado por el presidente, la amenaza que impulsó el proyecto es “el terrorismo nuclear y su proliferación a un número cada vez mayor de Estados”. A priori, llama la atención esta decisión de la nación más beligerante del mundo, cuya economía está planeada para la guerra. A posteriori, la iniciativa se corresponde con la lógica gubernamental demócrata, aunque tampoco debe tomarse esto como una regla indiscutible (basta recordar a JFK y la famosa Crisis de los Misiles).

Por otra parte, esta nueva política sostiene que aquellos países que cumplan con el Tratado de No Proliferación Nuclear no deberán esperar agresiones con arsenal atómico por parte de EEUU en caso de conflictos armados. En ese grupo no están incluidos Corea del Norte e Irán, este último una pieza fundamental en el tablero de Oriente Medio, región convulsionada que resulta hermética a la política exterior estadounidense.

La medida, que se presenta en el marco de una inminente cumbre sobre seguridad nuclear, marca un diferencia fundamental con respecto a la anterior administración republicana de George Bush, que había amenazado con utilizar estas armas ante posibles ataques químicos. El cambio de óptica pareciera justificar el cuestionado Premio Nobel de la Paz que Obama recibió en medio de críticas basadas principalmente en el aumento de tropas en Afganistán y la retirada de soldados de Irak, calificada de ineficiente y lenta por sectores opositores.

La amenaza de una guerra nuclear, en un mundo que hace tiempo abandonó el modelo bipolar y desarrolló un carácter multipolar, no aumenta o disminuye en relación a la cantidad de ojivas. Esto no es un parámetro aceptable a la hora de adelantar un apocalipsis atómico, que resulta prácticamente imposible simplemente porque el poder de esa clase de tecnología no recae en su utilización efectiva sino en su factor disuasorio.


Fernando Rodriguez; Nicolás Capurro; Julián Velázquez



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