martes, 6 de abril de 2010


¿Adiós a las armas?

El gobierno de Estados Unidos anunció hoy que pretende limitar el uso de armas nucleares y renunciar a la fabricación de nuevo armamento atómico. El plan, impulsado por el presidente demócrata Barack Obama, también reducirá el arsenal norteamericano de ese tipo.

De acuerdo a lo informado por el presidente, la amenaza que impulsó el proyecto es “el terrorismo nuclear y su proliferación a un número cada vez mayor de Estados”. A priori, llama la atención esta decisión de la nación más beligerante del mundo, cuya economía está planeada para la guerra. A posteriori, la iniciativa se corresponde con la lógica gubernamental demócrata, aunque tampoco debe tomarse esto como una regla indiscutible (basta recordar a JFK y la famosa Crisis de los Misiles).

Por otra parte, esta nueva política sostiene que aquellos países que cumplan con el Tratado de No Proliferación Nuclear no deberán esperar agresiones con arsenal atómico por parte de EEUU en caso de conflictos armados. En ese grupo no están incluidos Corea del Norte e Irán, este último una pieza fundamental en el tablero de Oriente Medio, región convulsionada que resulta hermética a la política exterior estadounidense.

La medida, que se presenta en el marco de una inminente cumbre sobre seguridad nuclear, marca un diferencia fundamental con respecto a la anterior administración republicana de George Bush, que había amenazado con utilizar estas armas ante posibles ataques químicos. El cambio de óptica pareciera justificar el cuestionado Premio Nobel de la Paz que Obama recibió en medio de críticas basadas principalmente en el aumento de tropas en Afganistán y la retirada de soldados de Irak, calificada de ineficiente y lenta por sectores opositores.

La amenaza de una guerra nuclear, en un mundo que hace tiempo abandonó el modelo bipolar y desarrolló un carácter multipolar, no aumenta o disminuye en relación a la cantidad de ojivas. Esto no es un parámetro aceptable a la hora de adelantar un apocalipsis atómico, que resulta prácticamente imposible simplemente porque el poder de esa clase de tecnología no recae en su utilización efectiva sino en su factor disuasorio.


Fernando Rodriguez; Nicolás Capurro; Julián Velázquez



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