viernes, 11 de junio de 2010


Leer entre líneas


La falta de comprensión total del problema o el soslayamiento de aristas fundamentales, lo que deriva en una errónea interpretación de los hechos, no es un “privilegio” solamente de los ignorantes o menos conocedores del Medio Oriente. Incluso hay especialistas de gran renombre que pecan de ello.


Suceda deliberadamente, esto en caso de que se repita un discurso imperialista de forma inconsciente, o bien por error, un fragmento de la opinión escrita por el sociólogo francés Alain Touraine (“El neoliberalismo está llevando a la Unión Europea al fracaso”) y publicada el lunes pasado en Clarín confirma la premisa anterior.


El autor, que critica el escaso protagonismo de la UE en la toma de decisiones a nivel mundial, sostiene: “Muchos piensan también, como yo, que la teocracia iraní y su azarosa política pueden ser derrocadas por una oposición interna que se vería reforzada si los occidentales se mostraran dispuestos a apoyarla. Una coalición europea, turca e iraní en ese país, una vez que la oposición interna hubiese conseguido su objetivo, podría poner fin al enfrentamiento actual entre el mundo islámico y Occidente”.

Y, respecto a esa cuestión concluye: “Cabe pensar que el éxito de esta nueva política permitiría el reconocimiento mutuo entre un Estado palestino y el Estado de Israel, sin el cual el retorno de la paz no es posible”.

Primero: que el derrocamiento del gobierno de Mahmud Ahmadineyad signifique el vuelo de la paloma blanca llevando en su pico el olivo, es algo erróneo. El violento rechazo popular a imposiciones externas sería una consecuencia inmediata y peligrosa. El reconocimiento de Irán al Estado de Israel solo es una parte del todo, no garante del fin del problema.

Segundo: la existencia pacífica entre palestinos e israelíes resultará imposible, como señaló el analista de política internacional Pedro Brieger en su último libro (ver posts anteriores), “mientras continúe la ocupación de Cisjordania y la Franja de Gaza ”. Esto no se menciona para nada.

Tercero: Un posible fin del conflicto le demandaría a Netanyahu la decisión de destruir el muro del Apartheid, de acabar con la construcción de colonias, de finalizar con el bloqueo a la Franja de Gaza (lo que implicaría detener los asesinatos a tripulantes de barcos con ayuda humanitaria) y de permitir el retorno a los refugiados, entre muchas otras medidas.




Las palabras de Touraine son sumamente esclarecedoras de la posición que defiende: un intervencionismo feroz que, desde el Mandato sobre Palestina pasando por la intromisión de la ONU que decidió unilateralmente la partición de ese territorio hasta las actuaciones armadas estadounidenses en la región, solo han dificultado la situación y contribuido a la creciente inestabilidad. Ésta, generada por la colonización que le siguió al fin del Imperio Otomano, se ha visto impulsada por el interés principal de Estados Unidos, que es la conformación de un mapa favorable a sus necesidades energéticas. No solo lo vemos en el apoyo a las funcionales monarquías de Arabia Saudita sino también en las invasiones a Afganistán por el gas y a Irak por el petróleo.


La fachada de todo ello (además de la hipócritas pacificación y aniquilación del terrorismo) es exportar el modelo democrático liberal, objetivo que apunta no a la soberanía popular y a la representación ciudadana sino a la expansión del modelo capitalista. Igualmente, esta cuestión merece un apartado y será tratada en próximas entradas.




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